sábado, 9 de febrero de 2013

ENTENDER LOS SUELOS, PARA ENTENDER LOS VINOS.

El tipo de suelo es, junto con la variedad de la uva, la meteorología, el clima, la viticultura y las diferentes técnicas de vinificación que se utilicen, uno de los factores que inciden en la obtención de un buen vino, UN atributo del "terroir" del que los americanos prefieren no hablar demasiado, y donde los franceses ponen tode el acento.
Cuando cursaba Enología, una de las primeras máximas que aprendí fue que la Vid, era una planta “que crecía sufriendo”. Aunque resultaba un poco trágica la frase, cuanto más leía sobre la relación planta-suelo, más la corroboraba. En efecto, la vitis y su fruto, la uva; casi siempre triunfan allí donde otros cultivos no son capaces de hacerlo y esto se relaciona con su historia (o su prehistoria) de cultivo curtido y aguerrido, produciendo en tierras mesopotámicas primero y en el interminable desierto egipcio, después; a través de más de 5.000 años de insolación, suelos pobres y aguas escurridizas. 
¿Cuál es la biología que permite a esta increíble planta subsistir y transformar esa poca de agua en mosto? La respuesta está en la fuerza de sus raíces que como finos tentáculos quiebran la grava y corren la piedra lenta pero implacablemente, cavando seis, siete, hasta diez metros de profundidad, para encontrar un descanso para su sed, y tomar solo aquello que necesita, en agua y en nutrientes. Porque la vitis vinífera, es además, un árbol modesto que aprecia muy especialmente los suelos pobres, que otras plantas desprecian, y ese es uno de sus más admirables atributos. Raciona el agua inteligentemente y toma del suelo los minerales que este le ofrece, para transformarlos luego en jugo, semillas, pulpa y hollejo. Cada gota de vino, es agua recuperada del suelo por la planta. 
Desde hace algunos años se ha vuelto imprescindible el análisis de suelos para determinar que variedades y que estilo de vinos puede desarrollarse mejor en determinadas condiciones. Este análisis fisicoquímico y geomorfológico permite una correcta gestión del viñedo y también facilita la observación de las modificaciones que pueden existir incluso en una misma parcela, todo con la finalidad de gestionar mejor, por ejemplo, los fertilizantes que conviene o no utilizar, el sistema de riego que más se ajusta al cultivo, las variedades que mejor se desarrollarían en ese terruño, el sistema de conducción más apropiado, entre otras muchas decisiones agroecológicas. 
Cuantas veces nos ha sucedido que bebemos dos o tres vinos de un mismo varietal producido en una misma zona, encontrando en cada uno de ellos características sensoriales bien diferenciadas. Esto quiere decir que de un mismo terruño, muchas veces incluso de una misma parcela, pueden salir productos muy diversos, diferencias sutiles (y a veces no tan sutiles) que nos sorprenden y nos llevan a preguntarnos acerca de las razones que provocan esas diferencias. 
En este sentido, expertos en terroirs se han dedicado a investigar de modo holístico sobre los diferentes perfiles geomorfológicos de los suelos. Tal es el caso del Ingeniero chileno Pedro Parra, integrante del equipo enológico Proyecto Terroir de Altos las Hormigas, y otros proyectos de investigación en Napa Valley y Chile, que ha realizado trabajos intensos en la diferenciación de los suelos de distintos terroirs en el mundo con la finalidad de darle a cada vino, la expresión de terroir de donde pertenece. Estos trabajos se basan en la investigación de los diferentes perfiles de las zonas que se estudian, los cuales pueden ser observados a través de “calicatas” que son hoyos muy profundos cavados entre las hileras, que permiten visualizar los diferentes tipos de suelos en diversos cortes transversales. 
Así, el análisis de los suelos a través de las ‘Calicatas’ indica una dirección, no solo para el ingeniero agrónomo, sino también para el enólogo. Cuando en forma conjunta, trabajando en equipo, enólogos y agrónomos aprenden a “leer” el viñedo, no solo la expresión del viñedo en el terroir a través de la planta, sino el conjunto de caracteres genéticos que están por debajo de esa planta, se produce una acercamiento diferente a la uva, que da por resultado un trabajo enológico mucho más perfecto y profundo. 
Concluyendo, los vinos de terruño, considerados en los últimos dos años como la nueva tendencia vitivinícola para la producción de vinos altamente diferenciados y de alta calidad; persiguen una identidad y un conocimiento, no la satisfacción de un mercado. Son vinos que necesitan de un profundo compromiso del viticultor con el enólogo y este, con su equipo de trabajo multidisciplinario. El Viejo Mundo, a diferencia del Nuevo Mundo, tiene una tradición de más de doscientos años en conocimiento de terroir, eso le ha dado una gran ventaja cualitativa frente a nosotros. El reto que la industria vitivinícola argentina tiene por delante, es el de arribar a la complejidad de los vinos por la identidad expresada desde el terroir del que provienen sus uvas, con muy pocas intervenciones en bodega. No es pequeño el desafío que tienen los viticultores de nuestro país pero si van por ese camino, tendremos cada vez mejores vinos.

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